Pregón Semana Santa Málaga 2018 – Santiago Souvirón
No eres perfecta, lo sé, pero qué quieres que haga si hasta de tus errores más
graves hace versos quien te llama. Te quiero porque me atas, te quiero porque me
matas; desatado de locura, de pasión por tu Alcazaba, por El Calvario, Gibralfaro,
Puerta Oscura, Capuchinos, Limonar… Que por seguirte me fui hasta donde
Sacaba la Playa. Eres infinita, Málaga. Y aquí estoy, estaré siempre, embobado,
anonadado, de rodillas y a tus pies. Por besarte hasta la falda del monte que te
protege de mil curiosos que aspiran a comprender la locura que guardas.
Esdrújula, Málaga.
Esa historia escrita en blanco y negro o en colores sin retocar. La de viernes
de vigilia con sabor a cocina de siempre; de ilusiones renovadas sin saber
por qué eran ilusiones, pero eran. Aquella de manos arrugadas y suaves
que te acariciaban la cara mientras una mirada cómplice y llena de ternura
te envolvía una y otra vez y te hacía sentir como en casa. Esa historia de
tradiciones y costumbres que reunían a todos en torno a la misma mesa, al
mismo discurso, a la misma sonrisa y a la misma espera.
Historias que van atrapando a ese niño en un mundo que ahora sí siente
más cercano. Ahora ya comprende aquellas conversaciones de mayores en
la que todo era extraño y desconocido porque se escapaba de lo que
alcanzaban sus ojos. Ahora ya entiende por qué su abuela se marchaba
cada día, angustiada y preocupada, a ver a alguien a quien llamaban Jesús
Cautivo; ahora le resultan menos extraños esos ojos hinchados y llorosos
cada vez que volvía de aquella visita y entraba en su habitación a oscuras,
besaba una foto y la dejaba sobre la mesita de noche, justo antes de que el
tiempo volviera a recuperar la senda natural de los minutos y las horas.
Ahora ya entiende que aquello no era dolor ni pena: su abuela también
había creído.
Levantas la mirada y lo ves a Él, aquel que te dijeron que era ejemplo de bondad,
aquel que curaba a los enfermos, que protegía a los indefensos, que era amigo de
sus amigos. Aquel que nos trajo el mensaje de Dios y que te dijeron que era el
punto de encuentro en el que nace todo. Aquel que le dio sentido al verbo amar,
que nos dejó el mejor legado de Esperanza, que vino para hacernos inmortales, se
presenta delante de tus ojos de la forma más cruel que jamás pudiste imaginar,
víctima del sufrimiento más extremo. Y no entiendes nada, quizás porque eres un
niño.
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